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La batalla de las Navas de Tolosa y sus consecuencias.

Año 1190, los almohades llevan 40 años en la península ibérica. Alfonso VIII es el rey de Castilla, el reino más poderoso de entre los cristianos, lo que genera cierto recelo y desconfianza entre el resto de los reinos, que se alían contra él. Alfonso II de Aragón, pacta con los reyes de León, Navarra y Portugal, para crear una suerte de “cordón sanitario” que aísle completamente a Castilla y, de algún modo, inhiba sus intenciones expansionistas.



Así pues, un poderoso ejército formado por aragoneses y navarros cruzó las fronteras de Castilla en 1191, pero el avance almohade y, sobre todo, la intervención del Papa, forzó una tregua entre los reyes cristianos. Pero la tregua duró más bien poco. En 1195 las tropas almohades se dirigen hacia la frontera y Alfonso VIII, sin esperar los refuerzos de los reyes cristianos, va a su encuentro. En Alarcos, a pocos kilómetros de Ciudad Real, se produce la batalla en la que el rey castellano es derrotado y se ve obligado a huir. Esta derrota provocará una gran pérdida de territorios en favor de los almohades, y de prestigio entre los reyes cristianos del rey Alfonso VIII. De hecho, los musulmanes se aliaron con Alfonso IX de León y ambos ejércitos atacaron Castilla de forma simultánea.



La muerte de Alfonso II de Aragón concedió una tregua al reino de Castilla, pues su hijo Pedro II fue un fiel aliado de Alfonso VIII. El rey castellano incluso pudo permitirse contraatacar al rey de León. Pero aprovechando la guerra de castellanos contra leoneses y sus aliados almohades, Sancho VII de Navarra, rompió la tregua y atacó Castilla, lo que precipitó una alianza militar entre Castilla y Aragón por la que entre ambas naciones se repartirían Navarra. Se inicia así una devastadora guerra que arrasaría las tierras navarras.


Y, así llegamos a la famosa fecha del 1.212. Alfonso VIII organizó un gran ejército para derrotar a los almohades. Para ello, solicitó la ayuda del Papa Inocencio III, para que predicara una Cruzada por la cristiandad, prometiendo el perdón de los pecados a los que lucharan en ella, así como el castigo de excomunión a los que atacaran las tierras de los reyes participantes. El rey de Castilla buscó apoyos en los reyes cristianos, así pues, consiguió la adhesión de Pedro II de Aragón y, un poco a regañadientes, de Sancho VII de Navarra. A pesar de que la campaña tenía categoría de Cruzada, pocos fueron las tropas extranjeras que se unieron, siendo éstas principalmente francesas. En la contienda también participaron las órdenes militares del Temple, Santiago, Calatrava y los hospitalarios. Algunos caballeros leoneses y portugueses también se incorporaron a las filas cristianas a título personal, pues Alfonso IX no participó, y de hecho, aprovechó la Cruzada para atacar las fortalezas arrebatadas por el rey de Castilla en territorio leones, evitando de esta forma ser excomulgado.



Los almohades son derrotados por los cristianos, lo que tuvo consecuencias importantes en el devenir de los acontecimientos entre musulmanes y cristianos en la península. El rey Sancho VII, al que apodaban el Fuerte, tuvo un papel decisivo en la batalla a pesar de aportar sólo doscientos caballeros. Según cuenta la leyenda, Sancho VII cruzó las líneas enemigas y llegó hasta la jaima del propio califa almohade Muhámmad an-Nasir. Allí, encadenados para que no pudieran escapar, se encontraba su guardia personal. Sancho VII rompió las cadenas de oro, y arrebató un turbante con una esmeralda perteneciente al mismo califa. Esmeralda, que junto a las cadenas de oro, también aparece justo en el centro del escudo de Navarra.


Muhámmad an-Nasir logró escapar y huyó a Marraquech, donde fue asesinado un año después de la derrota. Las consecuencias de la derrota para los almohades fueron devastadoras. No sólo murieron miles de soldados musulmanes, sino que el botín obtenido por los reyes cristianos fue cuantioso, así como los terrenos arrebatados al califa. Sólo un brote de peste evitó que las tropas cristianas continuaran su avance hasta quién sabe dónde y tuvieran que regresar a Toledo. Respecto a los almohades, los conflictos tanto en al-Ándalus como en África no tardaron en aflorar y el imperio almohade acabó sucumbiendo ante otros beréberes, los benimerines.


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